Avalon

Avalon

miércoles, 17 de abril de 2019

El comienzo del viaje


En un lugar lejano, apartada del mundo, se encuentra según las leyendas, una isla que no figura en los mapas, y de la cual no hay registros en nuestros días, su nombre… Ávalon.

Según cuenta la leyenda original, era una isla llena de manzanos silvestres, vides y cereales que crecían allí en lugar de las típicas plantas silvestres. Debido a esto, sus habitantes no tenían necesidad de trabajar el campo, viviendo una existencia idílica. 

El nombre 'Ávalon' en realidad está relacionado con la palabra proto-céltica "abal" cuyo significado es manzana. Asimismo, sus habitantes disfrutaban de unas vidas muy longevas. 

Después de que el rey Arturo fuera herido mortalmente en la batalla de Camlann, mientras luchaba contra Mordred, cuentan las leyendas que fue introducido en una embarcación que le llevó hasta la isla de Ávalon. Una vez allí, Arturo fue alimentado y curado hasta estar plenamente restablecido y, de hecho, seguiría todavía en Ávalon, vivo aún, de donde regresará algún día cuando Inglaterra tenga más necesidad de él.  

Me dispongo a aventurarme en esta cruzada y corroborar o desmentir la existencia de este mito, mi nombre, Micael Pendragon, un explorador en busca de conocimiento, con el propósito y la esperanza, si tengo suerte, de compartir con el mundo la antigua sabiduría que en algún momento se erigió en este mundo y que fue considerada como una época dorada en Europa y en la que las buenas costumbres y los valores más altos de la humanidad se alzaron (y que bien nos hace falta en estos tiempos).

Tomo mi mochila y empiezo a buscar sólo lo necesario; cuerda, linterna, fósforos, bolsa de dormir, un cambio de ropa completo, un mapa, brújula, navaja suiza, papel y pluma, cámara digital, baterías de repuesto en caso de que las que lleva la cámara no duren.

He salido de casa desde muy temprano, me he despedido de mi madre y mi hermana prometiéndoles traerles algunos recuerdos (claro, como si en una isla antigua hubiese tiendas de souvenirs), un sentimiento de emoción y de temor me invaden, por mi mente pasan muchas preguntas… ¿Sera verdad que existe o existió Avalon?, si existe, ¿en verdad es un lugar como el que las leyendas cuentan?, o ¿sólo encontrare una isla abandonada como muchas otras de las que hay?.

Con todo y mis cuestionamientos me armo de valor y emprendo mi viaje hacia las costas del Golfo de México, ya que según mi investigación, la isla que busco se encuentra en algún lugar no especificado de las islas británicas; con la suerte y el destino acompañándome, llegué por fin al puerto de Veracruz, recorrí el muelle en busca de la renta de una embarcación, y después de negociar con algunos capitanes por fin me hice de un pequeño barco visualmente similar al Southern Cross que posee el Club Nautico de Barcelona (omitiré los detalles técnicos y económicos para no abrumar al hipotético lector de estas memorias).

Pasaron 20 días y según mis cálculos mi viaje estaba por llegar a su final, que equivocado estaba, el barco llego a la región que yo había calculado como posible ubicación de las isla, pero por donde quiera que voltease lo único que veía era agua y más agua.

Transcurrieron 5 días posteriores a mi llegada, recorrí varios kilómetros a la redonda sin tener suerte, los suministros de alimento se terminaron 2 días atrás y la reserva de combustible sólo me alcanzaba para el viaje de regreso. 

Mis ánimos comenzaban a decaer, ¿este es el precio por mi necedad? – me cuestione - ¿debía seguir con mi cruzada o simplemente debía dar media vuelta y olvidarme del asunto?; no, no me daré por vencido tan rápido, si Ávalon existe yo la encontraré y compartiré su sabiduría con el mundo para traer de nuevo esos gloriosos días en que los Caballeros y el Rey Arturo vivieron – me dije a mi mismo dándome animos-.

Una vez que mis ganas fueron restablecidas me dispuse a cambiar la dirección del barco a cualquier punto que mi intuición apuntara, giré el timón hacia la izquierda y el barco cambió rápidamente su curso y, entonces, al estabilizarse la ruta, ante mi apareció envuelta en niebla una pequeña isla que se encontraba a no más de 10 kilómetros de distancia delante de mí.

Esto no puede ser – dije en voz alta mientras frotaba mis ojos ante la incredulidad de lo que veía - yo pase por ese lugar en varias ocasiones y no había nada. Mi corazón se aceleró por la emoción, pensé que me daría un paro cardiaco ahí mismo, lo que él ya sabía mi cerebro aún no lo procesaba…. Ávalon es real, no era un mito, y estaba delante de mí.

Regresando mis emociones y aumentadas a niveles indescriptibles, fijé el curso hacia la isla y aceleré a toda la velocidad que el barco poseía (en ese momento no reparé en la reserva de combustible que tenía para regresar), ya sólo me importaba llegar al lugar antes de que volviera a desaparecer, mi regreso, lo dejaría en manos del destino.

Minutos más tarde, el casco del barco tocaba la parte menos profunda de la orilla, apagué el motor, solté el ancla, tome mi mochila y di un brinco aterrizando por fin en la playa de Avalon al más puro estilo de Cristóbal Colón, mi viaje no había llegado a su fin como había pensado antes, el viaje estaba a punto de comenzar…..

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